Hugo R. Fernández Campos
"Nunca es tarde para ser feliz y productivo."
La sugerencia siempre seductora de contar con un trabajo
para desempeñarlo durante 30 fue una aspiración legítima cuando las pensiones y
servicios de salud del Estado eran compensatorias, dignas y suficientes.
Además, tenían sentido si la esperanza de vida se encontraba
a en la década de los sesentas entre 65 y 75 años. Hoy en día, cuando la
esperanza de vida se ubica entre 85 y 95 años aproximadamente y las pensiones
se volvieron poco significativas por los innumerables costos de administración
de las empresas, "AFORES", que jinetean el dinero de los pensionados
y ante un Estado decidido a quebrar los servicios de salud para irlos privatizando,
la vía de vivir o esperar los resultados de 30 años de servicio y entrar a la
tercera edad con tranquilidad y paz se torna cada vez más complicada.
Hoy podemos ver a hombres y mujeres mayores a 60 años
vigorosos y llenos de salud y energía, algunos han decidido iniciar un negocio
o desarrollar actividades recreativas que los proyectan y mantienen felices.
Sin embargo, hay una gran mayoría que inseguros por la edad o por trabas
familiares no saben qué hacer y entran en un aburrimiento depresivo que no se merecen,
pues han contribuido con su trabajo a la patria y ahora ellos tendrán que
hacerse su propia circunstancia.
El descubrimiento de los talentos o inteligencias es un acto
que se nos revela en la vida cotidiana cuando hacemos lo que nos gusta cocinar,
hacer deporte, expresarnos sin pena en alguna manifestación artística u oficio,
que quizás rompa con la imagen que nosotros o los demás tengan de nosotros
mismos. Este ejercicio de descubrir nuestros talentos y actuar en aplicarlos
para tratar de crear objetos o prestar un servicio, es el mismo al que nos
enfrentamos cuando la vida nos exige independencia económica en la juventud.
El descubrir qué sabemos y nos gusta hacer no es una
epifanía, esto es, no es un rayo de luz que una mañana revele la actividad que
te otorgue prosperidad y felicidad; es sin duda, una decisión de actuar sin
miedo al ridículo y al fracaso, lo peor que puede pasar es quedarte cómo
estabas, con una diferencia, ahora ya tienes el conocimiento de lo que funciona
o no, el conocimiento es un bien caro de adquirir. Iniciar un negocio con un
capital semilla proveniente del financiamiento familiar o generado a través de
un empleo, es importante pero no determinante ya que la primera parte de la
decisión de qué empresa poner tiene que ver más con un ejercicio de planeación
estratégica, que con dinero. Soñar en ser rico y famoso no es malo, la pregunta
es - ¿cómo, cuándo y con qué? -.
Analizar los mercados y descubrir nichos de oportunidad no
es fácil, pero es posible. Evaluar qué espacios vacíos dejan los grandes
consorcios en la atención de las necesidades humanas nos puede dar una idea de
qué hacer con esas necesidades no atendidas. Revisar nuestro origen geográfico
y social nos puede indicar y mostrar cómo ofertar un producto o servicio que tenga
como valor la identidad de nuestra raíz; ello nos puede dar la ruta a seguir,
ya que lo local tiene valor en lo global.
Volver los ojos actividades productivas que a la familia la
hayan mantenido a salvo económicamente, puede ser un camino para institucionalizar
la empresa familiar y ayudar a dar el brinco esperado de fortuna. Es importante
recordar que muchas de las empresas hoy mejor consolidadas, son resultado de
tres o más generaciones. Echemos un vistazo a nuestros talentos, habilidades e
inteligencias, veamos y recordemos el lugar donde nacimos o el patrimonio
productivo familiar, tomemos asesoría con consultores o empresas que incuben
negocios, seguro ahí está la respuesta para innovar, emprender y ser feliz.